20 de agosto de 2011

Los mitos del agua embotellada:



Agua pura o pura propaganda?

¿Algunas vez te has puesto a pensar que el agua embotellada te cuesta cientos,
sino miles de veces más que el mismo volumen de agua tomada del grifo?”
Tony Clarke

Recordemos las 3R ecológicas: reduzca su consumo, reutilice y recicle. La aplicación de estos principios dan al traste con el consumo del agua embotellada, negocio tan obscenamente lucrativo para sus fabricantes como contaminante para la Tierra: ni sabemos de dónde viene, ni quién la fiscaliza, ni cómo la “purifican”, ni el daño que produce a la salud el plástico donde se envasa. ¿De qué tamaño sería la montaña de plástico si los 6 mil millones de seres humanos que habitamos el planeta la consumiéramos? Esto nada importa a quienes la venden, vista la rentabilidad del negocio que pasó de ser nada hace 30 años a colocar 148 mil millones de litros anuales, según Nestlé, aunque el 75% del mercado del agua en el mundo todavía está en manos de comunidades locales. Las transnacionales van por ellas…



Una de las demandas más peleadas por los vehementes opositores de la privatización y mercantilización del agua, se hizo realidad el 18 de julio del 2010 cuando la Organización de Naciones Unidas reconoció como derecho humano el acceso al agua potable y al saneamiento. Una propuesta de Bolivia que fue avalada por otros 33 estados miembros de la ONU, donde Venezuela destacó por su importante rol de acompañamiento manifiesto hacia Bolivia y su larga lucha por lograr esta meta. Los datos de la votación son reveladores: 124 votos a favor, ninguno en contra y 41 abstenciones encabezadas por Canadá, Estados Unidos, Reino Unido, Suecia, Dinamarca, Japón, Australia, entre otros.


Este es un buen punto de partida del intenso enfrentamiento entre los defensores de la gestión privada empresarial y la gestión pública y colectiva de los servicios de agua potable y saneamiento. El asunto del agua embotellada podría decirse que concentra todo el debate entre la gestión de lo público y lo privado, además de desnudar el extremadamente lucrativo negocio de “transformar agua en agua” y los poderosos intereses económicos y geopolíticos que están detrás de estos procesos de “purificación” y embotellado del agua.


Uno de los activistas más conocidos de las luchas contra el agua embotellada es el canadiense Tony Clarke, fundador del Instituto Polaris, quien ha sido, junto a Maude Barlow, autor de las más importantes investigaciones y publicaciones de estudios que denuncian en qué consiste la estafa del agua embotellada y cómo operan las grandes transnacionales monopolizadoras de este negocio para convencer del consumo de este producto a personas desprevenidas, desinformadas o seducidas por la publicidad que le confiere estatus y “glamour” a quienes exhiben las botellas de agua con sus marcas. Pero, ¿por qué cada día más personas se embaucan en el consumo del agua embotellada?


Los mitos: el agua embotellada es mejor que la del acueducto público

“Embotellados: el turbio negocio del agua embotellada y la lucha por la defensa del agua” publicado en el año 2005 por primera vez en inglés y traducido al español apenas el año pasado, es un texto rigurosamente documentado por Tony Clarke que denuncia las maniobras de las cuatro “grandes” empresas transnacionales de la bebida (CocaCola, PepsiCo, Nestlé y Danone) cuyas ganancias actualmente sobrepasan los 7 billones de dólares, sólo en los Estados Unidos. De acuerdo a los estudios del Banco Mundial, la industria del agua embotellada es un sector que en 30 años (de 1970 a 2000) pasó de embotellar 1000 millones de litros a comercializar 84.000 millones de litros en todo el mundo.


Según el texto de Clarke, las tácticas de mercadeo y la manipulación de los consumidores a través de las impresionantes cifras invertidas en las campañas publicitarias son los ejes fundamentales de la rápida expansión de la llamada “cultura del agua embotellada” que mercadean y colocan sus productos como sinónimo de salud y calidad de vida, además de las campañas subliminales que infunde temor y desconfianza hacia el agua de los acueductos públicos.

A las estrategias anteriormente referidas, Clarke enumera ocho problemas clave en el debate para desmontar el turbio negocio que identifica en el robo por medio del precio, es decir, los márgenes de ganancia que ubica entre 240 y 10 mil veces más cara que el agua del tubo; el saqueo del agua o las mentiras de las etiquetas que traen las botellitas que dicen “pura de manantial”, ante lo cual cabe la pregunta: ¿de dónde viene realmente el agua? La transformación del agua o métodos de filtración y procesamiento que utilizan las empresas para transformar el agua del tubo en agua embotellada, no necesariamente garantizan que ésta sea más higiénica o “pura” que el agua de la llave cuando en realidad muchos de estos procesos químicos empobrecen o contaminan el agua además del tiempo o la exposición del plástico a condiciones climáticas extremas alteran también la calidad de producto. 

La contaminación del agua nos permite preguntarnos, según Clarke, acerca de las evidencias o garantías por las que el agua embotellada es mejor que el agua del tubo. De acuerdo a las investigaciones del experto canadiense, las empresas embotelladoras enfrentan inspecciones una vez cada 3 o 6 años —dependiendo del país, y se refiere básicamente a los industrializados— cuando generalmente las leyes, reglamentos e inspecciones de los acueductos públicos son más estrictas y amplias que las que regulan a estas empresas privadas, las cuales prácticamente no son auditadas.
Las amenazas ambientales y los antecedentes de los procesos de reciclaje de las grandes empresas de bebidas que monopolizan el mercado del agua embotellada son nefastas, no sólo por lo extremadamente contaminantes en su fabricación y desecho, sino que se oponen a cualquier tipo de legislación que pretenda regularlos, además de las manipuladoras imágenes saludables/verdes y logotipos engañosos en sus envases y etiquetas que lleva a los 
consumidores a pensar que el producto puede ser reciclado cuando esto es totalmente falso.


Clarke toca un punto hasta ahora desconocido y poco publicitado en nuestro contexto y son los contratos de exclusividad de venta en recintos de educación básica, media y universitaria que realizan estas empresas de bebidas gaseosas y agua embotellada en forma secreta para audiencias cautivas y vulnerables por su corta edad y en proceso de formación de hábitos.

El último y no menos polémico problema que expone Tony Clarke en su texto “Embotellados…” se refiere a la privatización del agua como meta final de las empresas transnacionales que mantienen una campaña férrea de dudas, sospechas y acusaciones sobre la gestión pública de los acueductos como la mejor forma de reforzar y colocar sus productos bajo la premisa de ofrecer “agua sana y limpia”, además de atenuar la percepción de robo en las personas cuando pagan un sobreprecio obsceno por una pequeña cantidad de agua, lo que además, agrega un perturbador ruido y distorsión a las tarifas de los acueductos públicos.



Vienen por nuestro mercado

Vandana Shiva, ecofeminista y doctora en física nacida en la India es una pensadora y activista reconocida mundialmente por sus luchas contra los tratados de libre comercio coercitivo y lo que ella ha llamado “la guerra del agua”, que tal como lo demuestran claramente sus investigaciones, no es cosa del futuro sino de los días que corren.
“La solución ofrecida por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio para combatir la escasez de agua producida por el desarrollo no-sostenible del agua y una profundización de la división hidrológica; lleva a las corporaciones a controlar los abastecimientos de agua y a una especulación mayor que su justa distribución”1, ha afirmado la experta india quien sostiene desde hace décadas una campaña contra la privatización de los recursos naturales y la hegemonía de las grandes corporaciones del agua y la tierra como CocaCola y Monsanto en detrimento de las mayorías pobres.
Esto pareciera estar lejos de nuestra realidad, pero no podemos llamarnos a engaños. De acuerdo a las cifras publicadas en “Embotellados…”, nuestra región estaría en la mira de una de las llamadas “cuatro grandes” transnacionales como CocaCola (FEMSA) al ser México el segundo consumidor total y per cápita de agua embotellada del mundo. Esta se constituye como una excepcional plataforma para penetrar el mercado latinoamericano. Brasil es el cuarto mercado de agua embotellada más importante del planeta, de manera que junto a México forma parte de sus territorios conquistados y en plena expansión a través de agresivas campañas de mercadeo directo y por emplazamiento (películas, novelas, series distribuidas en señal de tv pagada o por cable) y muchas otras estrategias potenciadas por el idioma común.




Las 3R + 1: reducir, reutilizar, reciclar y Resistir

Hemos constatado que el problema del agua embotellada es un asunto político, económico y cultural, de nuestros hábitos y patrones de consumo. Al enterarnos de esta realidad, podemos tomar algunas decisiones que nos permitan combatir directamente los consumos irracionales, contaminantes y no sustentables para la vida del planeta. Pero además, no basta con resistir, también nos apoyamos en las leyes y reglamentos que, en el caso de Venezuela, consagran al agua como bien de dominio público no privatizable, elemento insustituible para la vida y factor de paz, soberanía y desarrollo de los pueblos.


La propuesta de Tony Clarke y un conjunto de activistas y luchadores sociales que tienen que vérselas con realidades muy diferentes de la nuestra, claman por tareas que en Venezuela están bastante adelantadas desde 1999 a esta parte: la reconstrucción de los sistemas de agua potable, el control del saqueo del agua que hacen las empresas transnacionales —que no sufrimos en nuestros país—, las garantías de calidad y limpieza del agua —cuyo acceso domiciliario está garantizado en Venezuela al 98% de la población—, el reciclaje de las botellas de plástico que es materia pendiente en programas y proyectos de difusión y aplicación masiva por parte de los gobiernos locales; el establecimiento de reglas sobre el derecho del público a saber de dónde proviene el agua y cómo es tratada para su consumo humano; la certificación de marcas de agua saludables, competencia que está en manos del Ministerio del Poder Popular para la Salud y que requiere actualización y finalmente, el fortalecimiento de las instancias e instrumentos regulatorios, que ya existen en nuestro país, como el Comité Técnico Nacional de Calidad de Agua con participación de las universidades y el sector privado, que se encarga de fiscalizar y auditar los distintos cuerpos de agua así como los laboratorios que hacen dichos estudios.

Diana Ovalles Márquez

1 Shiva, Vandana. Las Nuevas Guerras de la Globalización. Semillas, agua y formas de vida. Editorial Popular, Madrid. s/f

VIDEO: Historia del Agua Embotelada (otro invento capitalista)

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